Título original: Crisis
Año: 1951
Para 1980 cambió el equilibrio. El progreso de las ciencias físicas no se ha detenido en modo alguno, pero se ha hecho considerablemente más lento. Las ciencias sociales, por otra parte, han dado un gran salto, con velocidad inesperada. La integración entre la terapéutica académica y la sicológica ha sido el primer paso; el resto siguió con rapidez. Cuando se hizo el rapprochement entre el sicoanálisis y la neurología, existió, por primera vez, una teoría comprensible de la conducta, no solamente de los seres humanos y los animales sino de otros —hasta ahora teóricamente— sistemas nerviosos. Del mismo modo que los matemáticos fueron capaces de postular geometrías que no existían en el Universo conocido cuando fueron concebidas por primera vez, los sicólogos fueron capaces, entonces, de postular sistemas de conducta no terrestre—. Saevolies, John. La Historia del Pensamiento en el Mundo Moderno, World Press, 1998.
Woodward miró sus gráficas por última vez. Éstas eliminaban algunas posibilidades e indicaban una probabilidad satisfactoria de que tres de aquellas fueran válidas. Cincuenta y siete vectores más eran posibles, aunque no probables, y en unos minutos más tendría que recomendar un definido curso de acción, basado en ellos. Una recomendación que casi, con certeza, sería aceptada.
Brevemente consideró repasar de nuevo los protocolos y desechó la idea. Si fue capaz de no obtener resultados más concluyentes con la ayuda de todo su equipo, tampoco lo lograría ahora. ¡Si sólo tuviera pruebas con qué respaldar la certeza que sentía! Intuitivamente tenía la certeza de saber cuál posibilidad era la correcta; científicamente no podía probar nada. Se levantó, puso un sobre del archivo bajo su brazo, y salió hacia la cafetería.
El director del consejo llamó al orden a la reunión y esperó hasta que los cuatrocientos delegados se hubieran calmado. Cuando habló lo hizo cansada y tranquilamente:
—En esta reunión especial, caballeros, pasaremos por alto las minutas y las formalidades acostumbradas. Todos conocen nuestro objetivo. Estamos aquí para considerar la "Voz", como han llegado a ser conocidos los extraños. Para recapitular brevemente, oímos de ellos, por primera vez, cuando las comunicaciones de radio fueron interrumpidas hace treinta y seis días. Una voz, hablando buen inglés con un tono bastante agudo, tomó la palabra. Se presentó como un visitante de un sistema estelar cercano, sin dar la ubicación precisa. Aseveró que, con nuestro permiso, enviarían un embajador a la Tierra, para ver si nuestro desarrollo era suficiente para el intercambio con otras razas altamente desarrolladas. Preguntó si sería permitido a este embajador una visita de tres semanas con una familia típica terrestre, en vez de visitar todo el planeta. Se dieron especificaciones respecto al tipo de señal que debiéramos poner para realizar el aterrizaje, y la fecha de éste, en caso de que accediéramos. Esa fecha está a dos semanas de distancia.
»Tenemos a tres equipos trabajando por separado en un análisis del mensaje. El jefe de cada grupo nos informará de sus recomendaciones. Ellos son el señor Woodward, del grupo de la Asociación Sicológica Internacional; el señor Jelfiffe, del grupo de la Sociedad de Ingenieros Humanos; y el señor Dever, del grupo de la Federación de Ciencias Sociales. Reconocemos la dificultad de su tarea y la naturaleza especulativa de sus resultados, que son, sin embargo, lo mejor que tenemos. Y ahora, presento al señor Dever.
El hombre de aspecto aburrido, con las sensitivas facciones de un erudito, se puso en pie a la derecha del presidente.
—Todo lo que podemos hacer es una buena conjetura. Creemos que los extraños poseen un sistema nervioso del tipo de la Clase 4 de Cantor. Esto significa que son organismos que actúan en forma cautelosa, pero que retroceden en seguida o se enmiendan espasmódicamente cuando sus predicciones son inexactas. Tenderían a un fuerte sistema ético aplicado al no-grupo, y ninguna preocupación hacia los organismos que no sean miembros del no-grupo. Si las frustraciones que se les imponen son esperadas, retroceden; si son inesperadas, atacan. Dado que serán incapaces de predecir claramente el curso del desarrollo de los seres humanos, están más que sujetos a sentir frustración y a ser hostiles y agresivos. Recomendamos que se les rehúse el permiso para aterrizar y se les informe que no estamos preparados para tener relaciones con grupos extraterrestres, por lo menos durante cien años. Esos extraños verán esto como una posible respuesta y probablemente renunciarán durante ese período. Al terminar éste, entonces, podremos revaluar la situación.
Tomó asiento y escondió el rostro entre sus manos. Aquellos que lo conocían se dieron cuenta que había perdido. Dever, quien buscó el conocimiento desde su niñez, quien empleó su vida en la investigación, que tenía el más insaciable de todos los deseos, el hambre del saber, renunciaba al vasto acerbo de ideas y conceptos que pudieron haber proporcionado los extraños. Siguió la lógica de su ciencia, hasta su final inexorable, y el resultado le era amargo.
Después de un largo minuto, el presidente anunció:
—El señor Jelfiffe.
Eli Jelfiffe, un hombre serio, intenso, que contribuyera grandemente a la aplicación de las ciencias sociales al sistema social, se puso en pie. Era un buen orador, cuya voz clara llegaba a todos los rincones de la sala, sin ayuda de los micrófonos.
—Estamos, esencialmente, de acuerdo con el señor Dever. Además, sugerimos un marcado incremento en la investigación y adiestramiento, tanto en las ciencias físicas como en las sociales, en los próximos cincuenta años. Los organismos de la Clase 4 difícilmente contemporizarán con organismos de la Clase 9, a la cual pertenecen los seres humanos. El contacto entre ambas será seguido de frecuentes lapsos en la comunicación, que terminará con una violenta colisión. El contacto eventual es una certeza. Armémonos contra ese día.
Algunos hombres necesitan de libertad y paz para ellos y para los demás. Trabajan toda su vida para lograr esto. Jelfiffe era uno de esos hombres, y el conocimiento de que urgía una preparación para la guerra, descansaba más pesadamente sobre él que sobre cualquiera de los otros. Su pose fue buena, y su técnica oratoria, excelente; pero su semblante estaba gris.
Woodward se levantó, sin esperar una introducción.
—En general, estamos de acuerdo con los hallazgos de los otros dos grupos, pero nuestras recomendaciones son muy diferentes.
Hizo una pausa y aguardó hasta que se hubo acallado el murmullo de sorpresa.
Jelfiffe y Dever lo miraban, y todo el grupo esperaba tensamente.
—Creemos que hemos detectado ligeras variantes del patrón de la Clase 4, que nos lleva a pensar que los extraños son mucho más rígidos e inflexibles de lo que aparecerían mediante las técnicas usuales de análisis de mensajes. Creemos que los extraños son organismos que hacen planes de largo alcance, algunas veces los comprueban contra datos empíricos, y después los siguen hasta el fin. En otras palabras, si las predicciones se muestran válidas en dos o tres pruebas, los extraños no serán estructuralmente capaces de abandonar el plan. Sin embargo, si los datos empíricos no encajan en las curvas de predicción, los extraños se retirarán de la situación y sentirán un verdadero bloqueo emocional para atacar nuevamente ese problema en particular.
»Antes de entrar en detalles sobre esto, permítanme esbozar las líneas generales de mi recomendación. Dejémoslos aterrizar en una propiedad campestre que preparemos. Allí estará una familia —bastante típica— con un grupo de sirvientes. Hemos hecho sicogramas para la familia y la servidumbre y sugerimos, como recomendaciones, al señor Dever como jardinero, al señor Jelfiffe y su esposa como la familia, y yo mismo como cocinero. Tenemos algunas recomendaciones más, pero eso sería entrar en detalles.
»En efecto, son un organismo de la Clase 4, con algunas diferencias mayores. Como afirmó el señor Dever, son probablemente enfáticos y cooperativos con su no-grupo y hostiles con otros. Hacen planes bastante avanzados, plantean curvas de predicción con un pequeño margen de error, y comprueban dichas curvas. Si están de acuerdo con los datos, seguirán hasta el final. Además, creemos que su propósito aquí es agresivo y, tal vez, de explotación en su naturaleza. Hay pocas posibilidades de que los extraños y los humanos se junten, sin violentas fricciones y, probablemente, guerra. Podemos, sin embargo, hacer que esta situación siga un curso improductivo. En cuanto a los detalles…
La propiedad de la Florida consistía en una casa grande, baja, construida alrededor de tres de los lados de un patio. El cuarto lado era un prado que se extendía hasta un pequeño lago situado trescientos metros más allá. Tras del lago, el campo abierto se prolongaba por espacio de casi dos millas. Algunos de los campos estaban recién cultivados y empezaban a fructificar. En otros pastaban vacas y borregos. Un gran campo, a una milla de la casa, era de tierra fuertemente apisonada, que estaba destrozada en algunos sitios, como si hubiesen caído pequeñas bombas. Un enorme blanco, con el círculo exterior de unos cincuenta metros de diámetro, estaba pintado sobre el piso, con greda blanca. Una aguja de acero de diez metros de largo, con aletas en el extremo más grueso, yacía en el blanco. Tras de este campo empezaban las colinas.
Por detrás de la casa pasaba un camino pavimentado con cemento, que llegaba hasta cien metros de la casa. Una sola vía de ferrocarril corría paralelamente al camino y tenía un retorno en las cercanías de la casa. A la derecha se levantaban graneros, establos y pabellones de servicio.
La propiedad llenaba completamente el pequeño pero hermoso valle. Existía desde muchos años atrás y no mostraba señales del furioso trabajo que se desarrollara durante las últimas dos semanas. El ejército de técnicos instaló sus equipos, los probó y se marchó a casa. Solamente una "familia típica" aguardaba al embajador de los extraños.
La pequeña esfera se desprendió del gran cilindro, bajo el escrutinio cercano de varias cámaras, espectroscopios, telescopios y otros instrumentos. Sin ninguna evidencia de qué la mantenía a flote, circuló lentamente hasta el extremo opuesto del prado. Una vez allí se abrió como una flor y se convirtió en una plataforma plana, extendida sobre el suelo. Dos seres descendieron de la plataforma, y los lados de ésta se volvieron a cerrar adoptando nuevamente la forma de una esfera, la cual se elevó en el aire y regresó otra vez al cilindro.
Los seres tenían en lo general la talla y forma de un pony Shetland. Un pesado caparazón óseo les cubría el cuello y la espalda. La cabeza presentaba una gran caja craneana, que cambiaba el aspecto de la cara. Tenía una calidad humana que probablemente se debía tanto al abultado cráneo como a la inteligente movilidad del rostro. Un tentáculo largo y flexigle emergía de la base del cuello y descansaba pasivo sobre el caparazón de cada uno de ellos. Ambos permanecieron tranquilamente en el prado, mirando hacia la casa y esperando ser recibidos.
Eli y Wendy Jelfiffe salieron de la casa cuando aterrizó el vehículo. Esperaron hasta que la esfera estuvo fuera de la vista, y entonces Eli levantó su muñeca y habló en un pequeño micrófono. Algunos minutos más tarde, un trineo tirado por tres bueyes salió de la parte posterior del granero. El señor Dever lo guiaba. En pocos minutos, Dever y los Jelfiffe llegaron hasta los embajadores y desmontaron del trineo. A sus espaldas quedaban las huellas marcadas sobre el prado por los pesados soportes de roble del vehículo. Eli Jelfiffe se adelantó y habló:
—Es un placer darles la bienvenida. Yo soy Jon Parsons y ésta es mi esposa. Éste es mi jardinero, el señor Spencer. Tenemos un sitio para ustedes y nos proporcionará un gran placer que se queden con nosotros. Tenemos instrucciones de continuar viviendo normalmente. Ustedes serán nuestros huéspedes. Asimismo tenemos instrucciones de no responder a preguntas técnicas, pero de permitirles, en cambio, que inspeccionen cualquier cosa dentro de la propiedad. ¿Es eso satisfactorio?
El más voluminoso de los dos extraños respondió en el mismo tono formal:
—Mi nombre es Inot, y éste es Kcid. Creemos que el arreglo que proponen es enteramente aceptable. Nos será enviada comida cada tres días terrestres y no requerimos alimentarnos más a menudo que eso.
Jelfiffe se llevó su muñeca a la boca y habló:
—Cocinero, los invitados no requieren alimentos; puede interrumpir los preparativos. —Notando los ojos de los extraños puestos en él, sonrió y dijo:
—No sabiendo exactamente qué comían, preparábamos una amplia variedad de alimentos para que eligieran ustedes a su gusto. Nuestro cocinero, el señor Wis, estaba preparando listas de los componentes químicos de cada uno de aquéllos, para ayudarlos a decidirse.
Tomó las riendas, invitó a sus huéspedes a subir a la amplia plataforma del trineo, y encaminó a los bueyes hacia la casa.
Aunque aún era temprano, el cielo estaba gris y un frío helado se cernía en el ambiente. La casa se veía vivamente iluminada, brillando, con cálido fulgor, las cubiertas de cristal de las lámparas de petróleo. Jelfiffe llevó a sus huéspedes hasta dos amplias y desnudas habitaciones en la planta baja.
—Si desean describir el mobiliario que les gustaría tener, puedo ordenar que lo hagan y lo envíen por avión cohete en unas cuantas horas. Les será posible controlar la temperatura de estas habitaciones por medio de esas palancas, que operan la pila atómica que empleamos para la calefacción. Las pequeñas ruedas en la base de las lámparas de petróleo controlan la cantidad de iluminación que proporcionan éstas.
Kcid, quien estuviera accionando con su tentáculo los diversos controles, a medida que eran mencionados, levantó la vista de la lámpara de petróleo.
—¿Por qué no usan otro tipo de energía para esta luz?
Jelfiffe pensó un momento.
—Me temo que eso caiga dentro del capítulo de las preguntas técnicas. ¿Pero desean ver el resto de la casa? ¡Oh!, olvidaba el mobiliario. Podemos enviar los diseños a la fábrica, tan pronto los hagan o describan ustedes.
—Necesitaremos solamente algunas grandes piezas de tela gruesa —mantas o algo así—, y posiblemente tengan ustedes aquí las suficientes. Preferimos dormir sobre ellas. Nos gustaría ver la casa. Díganme, entendemos que la mayoría de las familias tienen hijos. No queremos hacer preguntas de tipo personal, pero ¿tienen algunos usted y su esposa? ¿Dónde están?
—Tenemos dos hijos, de diecinueve y veintidós años de edad —replicó Jelfiffe—. Ambos están fuera de casa. El más joven se encuentra en el colegio. Espera obtener su titulo de electrónica, el próximo año. El mayor se halla sirviendo en el extranjero, como mercenario; es capitán de una compañía de lanceros. Si la campaña va bien, quizá tenga una corta licencia y le permitan venir a verlos. Pero dígame, ¿cómo aprendieron a hablar inglés?
—Sus ondas de radio son poderosas y pueden escucharse mucho más lejos de lo que probablemente se imaginan —contestó Inot, con una sonrisa—. Una vez que nos dimos cuenta que transmitían en diversos idiomas, fuimos capaces de analizar el que prevalecía sobre los demás. Así aprendimos el lenguaje, pero sin obtener una consistente imagen de su mundo. Tienen demasiadas clases de gente, y de técnicas y motivaciones. Por eso vinimos, para aprender más acerca de ustedes.
—Nos place que vengan y, dentro de los límites de nuestras instrucciones, los ayudaremos en todo lo posible. Ahora, permitan que les muestre la casa. Después, comeremos. Pueden mirarnos, descansar, ver nuestra biblioteca o la televisión. Hay varios programas, y nuestro mayordomo les mostrará cómo operar los controles.
Mientras la familia y la servidumbre comían juntos, Jelfiffe y su esposa en la mesa superior y los sirvientes en la inferior, los visitantes vagaron por la casa. Miraron comer durante un rato, permaneciendo inmóviles a lo largo de la prolongada jaculatoria previa; escucharon al arpista durante un corto periodo, y pasaron a la sala. Encontraron en funcionamiento cinco canales de televisión; uno pasaba una película de piratas; otro, una batalla de la Primera Guerra Mundial. El tercero presentaba Ben Hur; el cuarto, un episodio del doctor Kildare; y el quinto, una película de fantasía científica. Al modo típico de las películas, aparentemente todas tenían lugar en el presente. Los ocasionales anuncios comerciales presentaban artículos tales como rasuradoras eléctricas, arcos y flechas, aspirina, estuches de permanente casero, talismanes mágicos para el amor y otros productos…
Por la mañana, Jelfiffe y su esposa informaron a sus invitados sobre su habitual rutina diaria.
—Generalmente hacemos algunas labores de campo por la mañana y practicamos deportes por la tarde; después dormimos la siesta, y cenamos.
Los invitados observaron la rutina durante dos semanas. Algunas veces, el jardinero se sentaba en la terraza y, a control remoto, operaba la maquinaria agrícola mientras Jelfiffe sudaba con la guadaña o la hoz, en los campos. En otras ocasiones, Jelfiffe accionaba la pequeña caja de controles mientras los sirvientes trabajaban con pala y rastrillo. Vieron a Woodward abrir paquetes de alimentos congelados y cocinarlos en la estufa de leña. Una vez al día llegaba el camión del correo, a toda velocidad por la carretera, dejando escapar un largo rugido de sus motores de turbina. En días alternados, las provisiones venían por tren, en la diminuta máquina de vapor que fue necesario tomar prestada al Instituto Smithsoniano. A veces, por la tarde, Jelfiffe y sus hombres se vestían con armaduras livianas de malla y, montando en caballos acorazados, practicaban con lanzas. Los pequeños aviones impulsados eléctricamente, evolucionaban a poca altura, mientras que los jinetes galopaban frenéticos en su persecución, empalando ocasionalmente a alguno en el extremo de sus lanzas, lo que arrancaba gritos de entusiasmo de los demás. Otros días tenían competencias de tiro de honda o, simplemente, de lanzamiento de piedras a mano, en dirección de maniquíes rellenos de paja. Sus otros deportes incluían carreras de automóviles enanos, esgrima, lanzamiento del disco y carreras de botes a vela en el pequeño lago.
Algunas veces, Dever sacó pequeños vehículos con un elaborado aparato en la cubierta. Tenían palancas, diales y una mira telescópica. En cada vehículo entraba un humano y apuntaba la mira en dirección de la gran aguja que descansaba sobre su blanco en el campo distante. Al manipular los controles, la aguja se elevaba en el aire hasta una altura de veinte o treinta metros. Entonces caía, con la punta hacia abajo, sobre el blanco. Hasta donde los visitantes podían entender, el objeto del juego era clavar la aguja en el centro exacto del blanco. No preguntaron acerca de la energía empleada en el juego, y nadie se ofreció a darles una explicación.
Por las noches escuchaban al arpista o contemplaban a grupos de actores representar sainetes cómicos en la sala. Los humanos miraban la televisión, escuchaban en aparatos de cristal, jugaban ajedrez o damas, leían hablaban y, ocasionalmente, se emborrachaban.
Al final de la segunda semana, los visitantes anunciaron repentinamente que tenían que partir y pidieron a Jelfiffe que llamara a su nave. Se rehusaron a dar razones, y dos horas después la esfera se cerraba en tomo a ellos y flotaba lentamente hacia el cilindro. Algunas horas más tarde, el cilindro adquiría velocidad y desaparecía en el espacio.
Woodward se enfrentó nuevamente al consejo general. Dever y Jelfiffe estaban a su lado. Esta vez, la atmósfera era mucho más alegre. Woodward sonreía al continuar:
—… No fue demasiado difícil, una vez que analizamos el mensaje. Corrimos un riesgo enorme, por supuesto, pero de todos modos habría que correrlo. Estábamos acorralados y algo tenía que hacerse. El hecho de que nos dejaron prematuramente, prueba que teníamos razón.
»Desde luego, escuchaban nuestros programas de radio. Era el modo más lógico por el cual pudieron aprender el inglés. Los programas tratan de toda clase de gentes y de todo tipo de aventuras.
«Nuestros análisis demostraron que eran organismos rígidos, algo hostiles, que posiblemente hicieron un estudio de nosotros basados en las condiciones planetarias y en nuestros programas de radio. Parecían estar comprobando sus predicciones, cuando nos enviaron a los embajadores. Con base en nuestro análisis, consideramos que comprobarían sus predicciones dos o tres veces y actuarían de acuerdo con ellas. Si sus predicciones fallaban de modo imprevisto, probablemente renunciarían, sintiendo una verdadera dificultad emocional para atacar de nuevo el problema. Ello significa, esperamos, que no los veremos otra vez hasta que nosotros estemos listos para hacer contacto.
»Esto, por supuesto, no es lo ideal. El intercambio de información y de comercio sería mucho mejor; pero ninguna de las dos razas está preparada aún para el contacto, ambas necesitan más madurez. En particular, ahora que estamos en una posición científica inferior, el contacto redundaría en nuestra inicua explotación. En el futuro, si podemos darles alcance y la evidencia es que lo haremos, las cosas pudieran ser diferentes. Cuando terminemos de analizar toda nuestra nueva información, todo lo dicho por cualquiera, lo cual, desde luego, fue recogido por micrófonos ocultos y grabado, tendremos una excelente fuente de conocimientos acerca de nuestros visitantes, de la estructura de su personalidad y hasta algo de su ciencia.
«La finca fue arreglada de modo que no pudieran formarse una imagen de nosotros. Los habitantes humanos siguieron una rutina aparente, pero las cosas que hicieron fueron tomadas de todas las épocas y culturas. Llegamos hasta el punto de falsear nuestra técnica, para que se confundieran más al juzgarnos. Enterramos largos cables en el piso, arreglados de tal modo que al fluir por ellos una fuerte carga eléctrica arrojaran la aguja a lo alto, para que cayera con la punta hacia abajo. Parecía como si los aparatos montados en los pequeños coches hicieran saltar la aguja por los aires. En realidad, por supuesto, los cables ocultos se extendían hasta el exterior del valle y nuestros técnicos aguardaban allí las señales que les daban los conductores de los pequeños vehículos, al hacer funcionar los diales.
»Para ser breve, caballeros, hemos pasado por una crisis de grandes proporciones y aprendido mucho con ello. Cuando nos encontremos la próxima vez con los extraños, será sobre términos mucho más equilibrados.
Terminó su informe entre aplausos tumultuosos.
Al entrar la nave en ruta, Inot y Kcid terminaban de dar forma a su reporte.
—En conclusión —decía Inot ante la grabadora, mientras toda la tripulación escuchaba—, se trata de una clase de vida esencialmente primitiva, demasiado insegura en sus nacientes ciencias, para enfrentarse con nosotros abiertamente. Conocen solamente a organismos agresivos y hostiles y nunca han observado una forma de vida amistosa y pacífica, por lo que no pueden concebirla. Sin duda proyectaron sus propias hostilidades y prejuicios en nosotros y así vieron nuestra avanzada ciencia como un peligro para ellos.
»Por tanto, decidieron engañarnos, empleando técnicas culturales de muchas de sus épocas pasadas. Naturalmente, ellos no se dieron cuenta de que si nuestras ciencias físicas eran más avanzadas que las suyas, nuestras ciencias sociales serían igualmente avanzadas y no sería difícil analizarlos a través de la cortina de humo que intentaron correr ante nuestros ojos.
«Tuvimos cautela con lo que hablamos acerca de sus instrumentos de registro y nos aseguramos que aprendieran muchas cosas que pueden emplear para avanzar en sus ciencias físicas y sociales. Cuando dimos cima a nuestro propósito partimos.
»Cuando hagamos nuestro próximo contacto, ellos serán más maduros. Entonces estaremos en posibilidad de tratarlos como deseamos, como iguales y colegas. Serán más sabios, más avanzados, y cuando nos encontremos la próxima vez con esos extraños, será sobre términos mucho más equilibrados.
FIN
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